Recuerdo cuando era niño, que poco antes de comer a medio día, mi abuelo Eduardo me mandaba a la bodega de Bernardo a comprar un litro de vino. El dependiente me lo despachaba en una botella usada de las de anís y luego, mi abuela servía los platos de arroz caldoso que, por regla general y frecuentemente, hacía con un despojo de pollo o gallina comprado en la plaza, (sangre, higaditos, riñones, corazón y otras vísceras).
El arroz estaba pasado casi siempre y era más apropiado para pegar carteles en las fachadas de la Plaza que para comérselo, pero, lo que son los recuerdos, en mi memoria estaba la mar de rico. Es natural que no me dieran vino a mí pero en mi mente se coló la idea de que el vinillo tinto de Bernardo era el complemento ideal para una buena comida. En casa de mi abuelo Paco Mesa el vino era siempre blanco y abocado, de Doña Mencía donde compraba una o dos votas al año, sacaba el vino en botellas bonitas, del anís u otros licores que mi Chacha Presente mandaba desde la Aurora, y lo escanciaba en vasitos finos y alargados.
Cuando tuve edad suficiente para que me pusiesen mi vasito con vino, pude comprobar que el maridaje de esta bebida con el guiso del día era de lo más agradable, de modo y manera que poco a poco fui ampliando mi conocimiento en la cultura del vino, hablaba cuando salía el tema, aprendía de mis interlocutores, compraba libros y leía artículos, hasta que cuando salíamos a comer con la familia o los amigos se empezó a confiar en mi decisión a la hora de elegir los vinos.
Durante muchos años fui forofo de las denominaciones de origen, las he probado prácticamente todas y distingo por sus características y sabor muchas de ellas, luego empecé a buscar dentro de los distintos tipos, el vino de las tres bes, bueno bonito y barato, cosa dificilísima de encontrar, por no decir imposible.
Ni que decir tiene que los vinos con tapón de plástico, o en tetrabrick, no sirven, a mi criterio, ni para cocinar. Pero también es verdad que mi poder adquisitivo no me permite poner en mi mesa botellas caras todos los días.
Otra cosa que aprendí hace muchos años es que..., “El buen vino en casa y en el bar, el vino de la casa”, y esto por una lógica aplastante, si pedimos un buen vino en un restaurante nos van a cobrar el triple de su valor en el comercio, por eso para tomar ese vino lo compraremos en el supermercado con el consiguiente ahorro y si pedimos el vino de la casa, es generalmente bueno porque los restauradores eligen bastante bien el vino de la casa y que es mucho más barato que los que nos pueden ofrecer en la carta de vinos.
Hace mucho tiempo me di cuenta, que para beber un buen Rioja o un buen Ribera del Duero es necesario gastar dinero, porque las botellas de menos de diez euros de estas D.O., se parecen más a un vinillo peleón que a un buen caldo y esto me ha animado a buscar por toda España entre los Vinos de la Tierra que tienen muchas y buenas posibilidades de satisfacer a un paladar exigente sin que nos gastemos demasiado dinero.
Ese es el caso de los vinos de Jaén, los grandes desconocidos del público y que son mejores que la gran mayoría de vinos con denominación de origen que se nos ofrecen en nuestros bares y restaurantes. Vinos de Torreperogil, vinos de Frailes, de Bailén, Pozo Alcón y hasta de Lopera, con precios bastante asequibles y una inmejorable calidad.
Recuerdo de cuando vivía en Cataluña, algunos de mis amigos pedían los carajillos (café con coñac) de brandy Torres y al preguntarles porqué no pedían Terry, Soberano o cualquier otro de Jerez, me decían que era “por hacer país” ya que Torres es catalán.
No es esta mi razón primordial, que también, sino la posibilidad de beber un buen vino, a buen precio y si es de mi tierra, mejor que mejor.
En Frailes, muy cerca de Alcalá la Real, encontramos el vino Matahermosa, tinto con tres meses de crianza en roble americano, 60% merlot, 20% tempranillo, 20% cabernet. La botella no llega a tres euros y es un tinto con muy buena relación precio calidad solo superado por la estrella de la bodega, el Marqués de Campoameno que se vende a menos de cinco euros.
En Bailén encontramos entre otros, el tinto Marqués de Portugalete que es mezcla de Cencibel, Cabernet Sauvignon y Molinera. Tiene dos años en tinaja para pasar luego a la botella donde permanece un año, con color rojo que tiende hacia el ocre y aroma abundante, muy aterciopelado en boca. El tinto Duque de Bailén hecho con uva Cencibel y Molinera. Criado en barricas de roble americano entre uno y dos años según la edad de la madera y la evolución del vino. Rojo intenso, aroma con notas de vainilla, ligero en boca y muy consistente. Por último no debemos dejar en olvido el tinto Batalla 1808 de la variedad Tempranillo, fermentado en barrica de roble y que muestra un color rojo brillante,amplio de aromas, con cuerpo y buena textura.
La Cooperativa Nuestra Señora de la Misericordia de Torreperogil tiene una amplia gama de buenísimos vinos entre los que están las botellas de Torre Gil y la Misericordia en blanco y en tinto.
El blanco Don Pedro Gil elaborado con rigurosa selección de variedades Cirial. Airén, Jaén y Pedro Ximénez, es limpio y brillante, muy aromático. Sabor complejo y afrutado. con producción limitada, y como tinto tenemos Torre de Handón de la variedad Cencibel y Garnacha, envejecimiento en tinajas de barro, pasado por barricas de roble y posteriormente en botella. Rojo oscuro con aroma profundo, muy estructurado de sabor y con gran retrogusto. Es una muy buena y novedosa opción.
Otro buen tinto a reseñar es Reserva Viña Alcón, oriundo de Pozo Alcón de las variedades Tempranillo, Cabernet Sauvignon y mostos de la zona. Tiene un envejecimiento en acero y posteriormente en botella antes de su comercialización. Con color rubí oscuro, aromas complejos y con cierto sabor a especies.
Los de Lopera son unos amontillados y añejos muy buenos, lástima que solo se comercialicen a granel.
Creo que hay donde elegir a un precio muy aceptable, ya que para encontrar un Rioja que no sea de medio pelo y pueda competir en calidad y sabor con estos vinos es necesario gastarse doce euros o más en una botella. No pretendo que en los restaurantes de Alcaudete haya cartas de aguas minerales y si me apuráis tampoco de aceites, que por cierto no estaría mal, pero si que les aconsejaría que tuviesen una buena muestra de vinos de Jaén. Cuando yo viajo y lo hago con frecuencia, agradezco que me ofrezcan los vinos de la tierra por donde hago turismo, se hacen descubrimientos muy satisfactorios y asequibles. Nuestros visitantes y turistas buscan la cocina autóctona y típica de Alcaudete (unas patatas en caldillo de orégano, típico de aquí, es mucho más sabroso y rico que las manidas patatas a lo pobre), así mismo agradecerían que se les ofreciesen los ricos vinos de la comarca.
Eduardo Azaustre Mesa
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